Cheat Meal o «la comida trampa»
Baby-led weaning, Batch Cooking, Realfooding… Giramos el bombo de los anglicismos relacionados con el estilo de vida y nos sale… ¡Cheat Meal!
Se le llama así a la “comida trampa” de toda la vida, al hecho de poder permitirnos alguna licencia dentro de un plan espartano de alimentación.
Aunque cuidar el hábito de alimentación está en mente de casi todo el mundo y es uno de los propósitos de cambio más extendidos, la realidad es que vivimos en un contexto de extremos y, en lo que respecta a la alimentación, contrasta la necesidad de eludir alimentos ultraprocesados y de llevar una alimentación más saludable con la amplísima oferta de
productos poco convenientes, pero extremadamente apetecibles.
Pensamos que nuestra capacidad de decisión depende en exclusiva de nuestra fuerza de voluntad, pero esto no es exactamente así. Frente a dos opciones posibles, el cerebro ha escogido antes de que nos demos cuenta de que lo ha hecho. La opción más placentera o beneficiosa a corto plazo va a ser la elegida y, salvo que la razón para evitar esa opción sea muy poderosa, acabaremos cayendo en la tentación o sufriendo ansiedad por eludir constantemente eso que tanto nos está apeteciendo.
En esta situación, lo más razonable es permitir que convivan ambas opciones dando prioridad a la alternativa más saludable.
Hay varias razones por las que se recomienda intercalar comidas con mayor contenido calórico, principalmente si se está en un proceso de adelgazamiento.
Uno de los objetivos es el de aumentar la leptina, hormona que disminuye al reducir grasa corporal y que aumenta la saciedad, por lo que nos empuja a comer menos, de esa forma se consigue mayor adherencia al plan nutricional que estemos siguiendo.
Además, nos puede favorecer cierta relajación mental, lo que incrementaría nuestros niveles de dopamina, ayudándonos a continuar el proceso y prevenir el abandono y, por tanto, el temido efecto rebote. Por otro lado, se evita la culpa porque lo convertimos en parte del plan, en lugar de en un resbalón.
Otro de los objetivos es minimizar la adaptación metabólica del organismo a una dieta restrictiva ya que nuestro cuerpo, genéticamente bien adaptado a épocas de escasez, es capaz de adecuarse a dietas bajas en calorías y dejar de perder peso para mantener el equilibrio.
Pero en esto de la comida trampa no todo vale. No es lo mismo “cheat meal” que lo que se conoce como “refeed” en el mundo del fitness, una comida estratégica más calórica, subiendo carbohidratos principalmente, para seguir evolucionando en la mejora de la composición corporal (pérdida de grasa, aumento de masa muscular). Por tanto, no podemos entender esa
cheat meal como un atiborre sin censura de comida basura como una maniobra positiva dentro de nuestra evolución, pues podría comprometer el progreso, provocando el efecto contrario al buscado.
A la mayoría de las personas no hace falta programarles una comida trampa dentro de su planificación de comidas, además jugaría en contra del descanso mental que buscamos, sino que surge espontáneamente (eventos sociales, comidas fuera de casa, días con más apetito que acaba siendo inevitable satisfacer, etc.).
Por lo tanto, como siempre, el sentido común debería imperar: saltarnos la dieta de vez en cuando está bien y tiene su utilidad siempre que elijamos lo mejor posible y respetemos nuestras sensaciones de saciedad, incorporándonos nuevamente al plan propuesto sin dejar pasar demasiado tiempo.
Itziar Gómez Fidalgo